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"El mundo es un objeto simbólico" (Salustio)
En algún día del año 1520 los obreros que iban a trabajar bajo las órdenes del arquitecto y escultor italiano Juan de Moreto comenzaron a derribar el muro de piedra medieval de la catedral de Jaca, con la idea de adosar en ese espacio, situado a la derecha del ábside, la capilla enterratoria que le había encargado levantar el insigne mercader de la villa pirenáica y consejero real de Carlos I, Juan de Lasala. Dos años fueron necesarios para crear este rico, multiforme y simbiótico mundo renacentista de la capilla de San Miguel, cuya claridad luminosa y constructiva destaca en el interior del monumental, aunque escueto por lo sobrio, edificio románico de la catedral.
A primera vista llaman sin duda sobre todo la atención del espectador las casi épicas figuras santas de la portada de ingreso al recinto (San Cristóbal, San Roque, San Pablo, San José y los cuatro evangelistas en cuatro tondos.) Impresiona también la magnífica arquitectura en arco triunfal de esta embocadura, con toda su carga simbólica y su pureza de líneas. Domina luego nuestro discurso mental las imágenes del retablo interior: San Miguel ante todo, venciendo a la tarasca, y San Jorge con el dragón a sus pies, amén de cuatro santas (muy posiblemente santa Margarita, santa Bárbara, santa Dorotea y santa Catalina), los dos santos Juanes (el Evangelista y el Bautista) y los dos benefactores arcángeles, Gabriel y Rafael, además de la intercesora madre de Dios y del inevitable Calvario final. Todo ello es importante en la obra jacetana y fundamental para el mensaje funerario y de salvación cristiana que abriga su intencionalidad iconográfica.
Pero sin duda las notas más sorprendentes de este conjunto excepcional son las menos aparentes: las inscripciones alusivas a autor ("ESTA OPRA A FECHO MAESE IOAN DE MORETO FLORENTINO ANNO DOMINO MDXII"), promotor ("ESTA CAPILLA MANDO HAZERE EL ONOMRADO IOAN DE LA SALA MERCADERO I CIUDADANO DE LA CIUDAT DE IACCA") y contenido simbólico de la obra (que luego veremos), y el tapiz decorativo que recubre tanto la portada como el retablo. En este último se entremezclan dragones, delfines, tritones, águilas, grifos, putti, cuernos de la abundancia, máscaras, antorchas, etc., en su gran mayoría formas híbridas e imposibles, aunque totalmente coherentes para una imaginación simbólica y para el concepto filosófico de transformación, de metamorfosis, que anima la fórmula plástica del "grutesco", utilizada en la ornamentación de la capilla de San Miguel de la catedral de Jaca, y que se multiplica en las manifestaciones artísticas del Renacimiento de manera paralela a la implantación del humanismo y del pensamiento hermético y alquímico en los círculos intelectuales, en los que la mutabilidad es la puerta secreta a través de la que lo universal invade lo particular, dentro de la dimensión cósmica y religiosa neoplatónica del hombre, junto a la cual se alza como fundamental el concepto alquímico del universo como una serie de manifestaciones sutiles, de estados múltiples del ser, y de la transmutación como búsqueda de la inmortalidad (el espíritu de la metamorfosis).
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