La Edad Media en la Corona de Aragón. Parte Segunda: Las instituciones Historia de Aragón.

La Edad Media en la Corona de Aragón. Parte Segunda: Las instituciones Historia de Aragón.

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La vida espiritual

La Religión

En la Edad Media la religión lo llena todo y lo inspira todo; las asociaciones para fines humanos, materiales, egoístas casi, se ponen bajo el patrocinio de la religión, y se llaman cofradías bajo la advocación de un santo; todas tienen capilla propia en una iglesia, celebran con toda magnificencia la fiesta de su patrón, y asimismo, celebran funerales por sus difuntos, asisten corporativamente a las procesiones, procurando rivalizar con las demás asociaciones, etc.

Pero la Edad Media es tolerante; no se asombra de pasar por delante de una aljama de judíos o una mezquita de moros, y oír dentro cánticos en honor de Jehová o Alá; ni se asombra de ver desfilar un entierro de judíos cantando salmos, o uno de moros entonando su lilailas.

La religión siéntese en aquella Edad alegremente, infantilmente, no severa ni austera; quizá el poco favor que en los países de la Corona de Aragón disfrutó el arte gótico y la pronta aparición del flamígero y del plateresco, reconozcan como causa este modo de sentir la religión, poco en armonía con la severidad de lo gótico, que además no responde bien a la idea de una iglesia.

Tiene igualmente la religión carácter social, lo mismo que todas las manifestaciones humanas; no en cuanto al dogma, que éste se guardó siempre por la Iglesia, sino en cuanto a la disciplina.

La parroquia es la unidad política; la iglesia es de los parroquianos; en ella celebran sus festividades, en ella se reúnen sus asambleas civiles; ellos cuidan de su conservación y embellecimiento, de procurarle ornamentos y alhajas y enseres de toda clase, de lo manutención del clero adscrito, del nombramiento de éste y de la administración de los bienes parroquiales. La mejor defensa de este sistema es citar el hecho de que cuanto de notable contienen las iglesias es de aquella Edad. Debe recordarse para comprender bien lo que la parroquia era para los medievales, la costumbre de vivir generaciones de una misma familia en una casa, con lo cual el cariño a la parroquia era tradicional.

Las parroquias no eran tampoco como son ahora, meros agregados de casas, cuyos habitantes carecen de todo nexo fuera del de la vecindad pasajera e inestable que caracteriza a los hombres modernos; era una vecindad tradicional, a veces secular, y la fortificaba un vínculo material, pues, por lo común, en cada una vivía un oficio o varios oficios similares.

Una fiesta religiosa era siempre una fiesta popular porque la religión era sentida; las procesiones del Corpus Christi llegaron a ser una de las más populares y vistosas, en la que rivalizaban las clases sociales, las cofradías y gremios y la sociedad entera.

Las fiestas de barrio generalmente de un oficio, eran, asimismo, concurridísimas y vistosísimas; el suelo de las calles se alfombraba de juncos y flores de ginesta, las entradas de las calles, de chopos, cuyas ramas se entrelazaban para formar arcos; iban alegrando a la multitud chirimías y gaitas, y después de los oficios en la iglesia entregábase la multitud a una alegría desenfrenada.

Dance de la Magdalena o de Tenerias de Zaragoza
Los danzantes de la Magdalena de Zaragoza (Fot. Sánchez Santo)

Si el origen de las parroquias de una ciudad debe atribuirse al espíritu religioso de las asociaciones para fines humanos, el de las ermitas es más difícil de determinar. ¿Que motivos indujeron, no a los medievales de los siglo XIV y XV, sino a los del X y XI a fundar esas capillas eremitanas en altas cúspides, alejadas de los poblados y con poder de atrección sobre varios de éstos?.

Pues en las ermitas hay que distinguir dos clases: una la que se funda en el temor a una plaga y busca librarse de ella por la intersección de un santo; son innumerables las dedicadas a Santa Quiteria para que ahuyente los perros rabiosos; las de Santa Bárbara para que libre de las pedregadas; se construyeron algunas a San Jorge, confundiendo el dragón con la langosta; santo muy venerado en ermitas es San Bartolomé; muchas hay bajo la advocación de la Virgen.

A estas iglesias suelen concurrir el día de la fiesta o cuando se requiere recabar de modo especial el favor de que es abogado el santo o santa de la advocación, el vecindario del pueblo en cuyo término está enclavada la ermita.

Pero hay otra clase de éstas más solitarias, más alejadas de los pueblos, más inaccesibles, desde cuyo emplazamiento se divisa un extenso horizonte y varios núcleos de población rural, que en día señalado suelen concurrir todos a ella para celebrar la fiesta del santo en común. Casi todas las iglesias de esta clase tienen aneja una gran hospederia.

Llaman la atención del historiador dos hechos que se dan en casi todas ellas: que el nombre del santo bajo cuya advocacion están sea con mucha frecuencia extraño al santoral y no usado por las gentes del país ni ahora ni en los siglos pasados, San Caprasio, San Urbez o a la Virgen, con título de localidad (Virgen de Herrera, Virgen de Monlora); y segundo hecho que atrae la atención, que si se trata de santos la tradición los haga venir todos del mediodía de Francia.

Es dificilísimo con estos datos ahondar en el origen de estos santuarios. ¿Trátase de un libertador en sentido moral y aun quizá material de los cristianos respecto de los mahometanos, o de un anacoreta anterior a la invasión musulmana, o del asiento primitivo de un núcleo de hombres que poco a poco fueron descendiendo a lugares más accesibles, menos penosos y más fértiles, los cuales dejaron allí en lo alto sus dioses y sus muertos, cosas ambas que les obligaron a considerarlo sagarado a pesar del cambio de ideas?.

Nada puede afirmarse en concreto por insuficiencia de datos.

Esta forma de religiosidad alegre y expresiva no excluía la moralidad de las costumbres ni más ni menos que la austeridad y severidad actuales; aquellas gentes no eran ni mejores ni peores que las de hoy y en algunos aspectos tal vez fuesen peor. Más cumplidores de los preceptos de la religión, pero de costumbres si no bárbares, duras; los delitos de sangre eran frecuentes, los delitos contra la honestidad también, menos contra la propiedad.

Organización eclesiástica

Hasta 1320 en que Zaragoza fué constituida en cabeza de un arzobispado, Tarragona fué la metropolitana de todas las diócesis de la Corona de Aragón. Como tal figura en la <<Hitación de Wamba>>, documento legítimo que no se había olvidado en el siglo XII, puesto que sirvió para fijar los límites de la diócesis de Zaragoza después de la Reconquista. En esa división de obispados se crearon algunos nuevos o se indicaron algunos antiguos con nombre moderno, planteando problemas de geografía histórica aún no resueltos, tal es el de Ictosa, cuyo emplazamiento se pone en Roda de Ribagorza, aunque las confrontaciones lo nieguen.

Pleito antiquísimo es el que sostiene la iglesia de Tarragona con la de Toledo respecto a la primacía de los obispos de España, pretendiendo poseer aquélla esa dignidad desde tiempos más antiguos que la segunda. La historia sólo puede decir que Toledo no fué conocido en la época romana y que no adquirió importancia hasta la goda, que en este momento fué importante como fortaleza y refugio, después como base de operaciones contra lusitanos y galaicos y que, por tanto, carecía de tradición política para que la Iglesia lo eligiese como sede de un obispo, cuanto más de un metropolitano; mientras Tarragona, por su ilustre abolengo romano desde las guerras de Aníbal, su condición de cabeza de una provincia que abarcaba toda la España citerior, fué asiento de una sede metropolitana en cuanto la Iglesia tuvo libertad para organizarse.

Como la voz España no significaba en tiempo de los godos lo mismo que significa hoy, pues concretamente significaba Andalucía y genéricamente la Península, y en ambos sentidos y de modo indistinto emplean la voz algunas leyes del Fuero Juzgo y las crónicas del tiempo aquél; como era también común hablar de España en plural, tan común que aun ciertos reyes de la casa de Borbón se titularon Reges Hispaniarum, recordando la tradición medieval y la clásica; dado todo esto el pleito puede resolverse : tradicionalmente es Tarragona la primada de la España citerior; si ésta no existe, el primado es quien el Papa manda.

Monasterios y órdenes religiosas

Si la cristianización del país se había completado en la época de los godos, es un hecho adhuc sub judice; la generalidad de los españoles eran discípulos de Cristo, pero hechos posteriores indican supervivencias no de la religión de Roma, que nunca tuvo secuaces más que en el elemento oficial, en las ciudades, sino de prácticas religiosas locales, a las cuales fueron sustituyendo otras cristianas y católicas.

Los centros de difusión cristiana fueron los monjes: reunidos en monasterios, en lugares ásperos y difíciles entregados al trabajo mental y material juntamente con la meditación y la oración se impusieron al pueblo por su saber y su virtud, dos condiciones de la espiritualidad que los hombres, aun los más bárbaros, acaban por admirar y por consiguiente acatar. En una época de desolación y anarquía, de violencias e ignoracias, un grupo de hombres que se retira del bullicio de las ciudades al campo y cultiva la tierra y estudia y reza y trata como hermanos a los demás hombres, había de parecer necesariamente grupo de santos a los que no sabían vivir de aquel modo, sino dados a la violencia y a la ignorancia y sobre todo a los que padecían los efectos de estos dos vicios. Para comprender el respeto de la Edad Media al clero regular y el grande afecto y respeto de todos, reyes, nobles y pueblo tenían a los monasterios, entre la dureza de las costumbres sociales y la vida monacal.

En la Corona de Aragón existían ya en la época goda monasterios; San Salvador de Leyre, probablemente San Juan de la Peña, seguro que San Victorián y uno de Santa Justa y Rufina en Sobrarbe; con mucha probabilidad el de Ovarra en Ribagorza, el de Ripoll en Cataluña; de fundación aparentemente posterior parecen ser el de Sigena, San Cugat del Vallés, Siresa, el de Veruela el de Poblet, el de Santas Creus y el de Rueda, mas seguramente en estos lugares existían ya cuando se fundaron núcleos religiosos.

La reforma de la orden benedictina se introdujo en la Corona de Aragón muy pronto, así como las órdenes mendicantes y todas las órdenes religiosas de que fué tan prolífica la Edad Media.

La Beneficiencia

El fuerte y arraigado instinto social de los hombres medievales se manifestó en instituciones benéficas de amor al prójimo con una vivacidad, que al historiador que ha vivido aquel tiempo ojeando las páginas de actas municipales o de protocolos o de cofradías le maravillas el instinto social de aquel tiempo atento a satisfacer cualquier necesidad que surgiere en la colectividad.

No conoció la Edad Media los pobres mendicantes porque las asociaciones de cofradías velaban por los inválidos, los huérfanos y las viudas; no era posible en aquella Edad la vagabundez con excusa de pobreza, porque como cada persona debía ser miembro de un cuerpo social a éste correspondía el socorro del desgraciado, y el vagabundo no era tolerado.

En cada pueblo había un hospital, nombre equivalente al que hoy tiene y además al de hospicio o asilo; en ellos eran acogidos los enfermos y los pobres transeuntes, éstos por plazo limitado. No solamente cada pueblo sino cada parroquia en las ciudades costeaba un hospital propio, además de alguno que otro sostenido por la caridad ciudadana en general; en los puertos pirenaicos y en los lugares desiertos de los caminos existían hospitales para refugio de los viandantes, cualquiera que fuese el motivo de su viajes.

No sólo satisfacía estas necesidades la caridad medieval; el casar doncellas pobres dotándolas fué una de sus grandes preocupaciones. No fué menor la de subvenir a la vida de los estudiantes pobres durante el curso y autorizándoles a vivir de limosna, que mendigaban en la época de vacaciones.

Al iniciarse la Edad Moderna todas estas formas de caridad se desquiciaron y aruuinaron; a la iniciativa social sustituyó la del Estado, se fundaron hospitales generales, el de Santa Cruz de Barcelona, el de la Virgen de Gracia en Zaragoza, y esto fué la muerte de los hospitales de parroquia; se perdió el instinto social con el individualismo y se arruinaron los hospicios de los caminos, se empobrecieron las cofradías y las doncellas quedaron sin casar; la fría y estéril filantropía, encubriendo casi siempre la vanidad, sustituyó aquel sentimiento de amor al prójimo que la caridad social de la Edad Media sintió, y por sentirlo lo satisfizo.

Extraido de: La Edad Media en la Corona de Aragón de Andrés Giménez Soler. Editorial Labor, S.A., Madrid. 1930



Índice

El país La población

PARTE PRIMERA

Límites de la Edad Media.
Antecedentes de la invasión musulmana.
Ruina de la monarquia goda. Batalla del Guadalete.

Las causas de la ruina del Reino godo. Las costumbres.
El estado social.
El ejército.
La decadencia de las ciudades.

La conquista musulmana y su carácter
Las expediciones musulmanas a la Galia gótica
Las tierras de la Corona de Aragón bajo el poder musulmán
La pretendida influencia musulmana
La Reconquista

Sus origenes

Constitución de los núcleos cristianos del Pirineo. Su historia hasta su independencia.
Condado de Aragón

Ribagorza
Urgel, Cerdaña, Marca hispánica

Proceso de la Reconquista
Navarra y Sobrarbe

Alfonso I el Batallador
Casamiento de Alfonso el Batallador con doña Urraca de Castilla
Los condes de Barcelona anteriores a Ramón Berenguer IV
Las conquistas de Alfonso el Batallador
La Campana de Huesca

Ramón Berenguer IV y sus dos inmediatos sucesores
Reinado de don Jaime I el Conquistador
El hombre
Los primeros años del reinado
Adquisiciones territoriales a expensas de los moros
El Tratado de Almizra
La cruzada a Tierra Santa
El tratado de Corbeil
La política peninsular e interior
La expansión marítima aragonesa

El siglo XIV
Reinado de Jaime II
El hombre
España según Jaime II
La Reconquista, idea nacional de Jaime II
La empresa de Tarifa
Ruptura entre Jaime II y Sancho IV de Castilla
La cuestión de Murcia
Relaciones con Marruecos
Nuevamente la Reconquista. Negociaciones que precedieron al sitio de Almería.
El sitio de Almeria.
Política peninsular de Jaime II.
Incorporación de Córcega y Cerdeña a la Corona de Aragón.
Extinción de la Orden del Temple.
Expedición de los almogávares a Oriente.

Los cuatro reyes sucesores de Jaime II en el siglo XIV.
La Reconquista.
Reintegración de las Baleares a la Corona de Aragón.
El problema de Cerdeña.

La política peninsular de Aragón en los cuatro reinados del siglo XIV.
Causas de la guerra entre Aragón y Castilla.
Guerra entre Castilla y Aragón.

El siglo XV.
Compromiso de Caspe.
Política peninsular de Aragón.
Cuestiones interiores de Aragón, Cataluña y el principe de Viana.
Expansión aragonesa por el Mediterraneo.

Relaciones de Aragón con Francia en el siglo XV.
El cisma de Occidente.
Retrato de Benedicto XIII.
El problema de la frontera catalana.

Reinado de Fernando el Católico. Fin de la Edad Media.
El hombre.
La unidad nacional. Los pretendientes de Isabel la Católica.
Cómo fué la unión de los reinos.
El fin de la Reconquista. Conquista de Granada.

Descubrimiento de América.
Política mediterránea de Fernando el Católico.
Conquista de Nápoles.
Conquita de Berbería.

Política internacional de Fernando el Católico.
Política de unidad Peninsular.
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PARTE SEGUNDA

Las Instituciones

El Estado medieval.
Carácter social de la Edad Media.
Orígenes de la Edad Media.
El Rey y la realeza en Aragón durante la Edad Media.
Lugarteniente y gobernador.
Los nobles.
Origen y evolución de los señorios.
Municipios.
Evolución de los municipios.
El capitalismo, causa de la decadencia municipal
Organización interna de los municipios
Judíos y moros
Los vasallos y hombres de condición.
La servidumbre de la gleba : remensas.
Administración de justicia.
La curia real y el Justicia de Aragón.
Jurisdición de judíos y moros.
Estado de la Administración de justicia y responsabilidad judicial.
Las Cortes.
Las Diputaciones.
La concepción medieval del Estado.
La Legislación.

La vida material.
División del territorio.
Juntas y veguerías.
Defensa del territorio.
Los domicilios.
Explotación del territorio.
Comunicaciones.
Industria y comercio.
Las monedas.

La vida espiritual
La Religión
Organización eclesiástica
Monasterios y órdenes religiosas
La Beneficiencia
La vida intelectual
Las Lenguas habladas en la Corona de Aragón
La enseñanza
La Vida Artística
Arquitectura religiosa
La pintura, la escultura y el azulejo

Conclusión
Bibliografía
Indice alfabético

Ilustraciones

Mapa I: Mapa físico de la región íbero-mediterranea (101 Kb)
Mapa II: Conquistas de la Corona de Aragón (447 Kb)
Mapa III: El mediodia de Francia en tiempos de Pedro II (119 Kb)
Mapa IV: Expansión catalano-aragonesa por el Mediterraneo (107 Kb)

Moneda de Juan (Ioanes) II



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